Algún tiempo atrás, le pregunté a una amiga que es una psicóloga extraordinaria, cuál era la razón principal por la cual las personas iban a consultarla. Antes de que pudiera terminar de formular la pregunta, ella me respondió contundentemente: “¡Obviamente por ansiedad, César!”.
La ansiedad constituye una sensación de malestar, como por ejemplo, inquietud, miedo o preocupación, y puede ser entre leve o severa. La ansiedad leve, que se representa en niveles bajos de temor, tensión muscular moderada y dudas sobre tu capacidad, en realidad puede mejorar tu desempeño. Los niveles de ansiedad moderados pueden motivarte a trabajar con más empeño en busca de una meta y mejorar tu atención y resolución de problemas.
Por ejemplo, la ansiedad que puedes sentir por una reunión, una presentación o una entrevista que se acerca, seguramente te llevará a prepararte más meticulosamente. Los niveles normales de ansiedad ocasional pueden llegar a ser útiles en tu vida diaria.
No obstante, si nos desplazamos hacia el otro extremo del espectro, nos encontramos con los niveles clínicos de ansiedad. Cuando tu rendimiento decae de manera rápida y te provoca deficiencia y síntomas recurrentes y evidentes, tales como problemas para conciliar el sueño, ataques de pánico, náuseas, migrañas etc., entonces probablemente sufras un trastorno de ansiedad que puede ser diagnosticado por un profesional de la salud. Este diagnóstico puede ser: fobia, trastorno de estrés postraumático, obsesivo/compulsivo, pánico o un trastorno de ansiedad generalizado.
¿Qué puedes hacer si te encuentras en el medio del espectro de ansiedad? Si sientes que tu nivel de ansiedad se está convirtiendo en un impedimento, entonces ya no es adaptable y está afectando tu desempeño. Te recomendaría que tomes cartas en el asunto antes de que tu ansiedad crónica vaya aumentando hasta convertirse en un trastorno de ansiedad clínicamente diagnosticable. Lo más recomendable es comenzar a utilizar estrategias basadas en la evidencia científica que te podrán ayudar a regresar al nivel de ansiedad más básico del espectro.
A continuación, te brindamos algunas opciones comprobadas para mantener tu ansiedad controlada:
1- Practica mindfulness/meditación. Ya sea una meditación de 10 minutos por día o cualquier otra técnica que pueda ayudarte a concentrarte en el momento presente.
2- Enfrenta las situaciones en lugar de evitarlas. Si comienzas a enfrentar las cosas que te generan ansiedad, tales como conversaciones complicadas o hablar en público, con el tiempo la ansiedad se irá disipando.
3- Ingiere alimentos que calmen la ansiedad. Elige alimentos tales como los carbohidratos complejos (quinoa, legumbres, vegetales, etc.) que estimulan la secreción de serotonina, que es la hormona que tranquiliza el cerebro. Bebe mucha agua y limita tu ingesta de alcohol y cafeína, que pueden producir nerviosismo.
4- Disfruta la actividad física. Cualquier tipo de actividad que haga mover a tu cuerpo, ya sea un ejercicio regular, Zumba, practicar algún deporte, sacar a pasear a tu perro o hacer una caminata rápida con tus amigos, puede ocasionar cambios químicos en el cerebro que pueden mejorar de manera positiva tu humor.
5. Evita, en la manera de lo posible, las terapias con fármacos. Si no estás sufriendo niveles clínicos de ansiedad, debes probar todas las terapias posibles que no incluyan medicamentos. Muchas investigaciones indican que, a largo plazo, la medicación sola es menos efectiva que la psicoterapia.