Seguramente has escuchado muchas veces el siguiente dicho: “el dinero no compra la felicidad”. Los que me conocen saben que no me gustan mucho las generalizaciones ni hablar en términos absolutos y en este caso sucede lo mismo. Los trabajos de investigación llevados a cabo sobre el tema indican que en realidad el dinero sí puede comprar la felicidad si lo inviertes de determinadas maneras.

Los estudios realizados demuestran que, si eres capaz de cubrir tus necesidades básicas en términos económicos, entonces los principios que voy a compartir contigo se aplican a cualquier persona, independientemente de su patrimonio, su nivel de ingresos o su nivel socioeconómico.

Hace poco tiempo, los investigadores de la Universidad de San Francisco llegaron a conclusiones similares a estudios realizados anteriormente respecto de la felicidad. La mayoría de las cosas físicas que podemos comprar aumentará nuestra felicidad rápidamente en el momento en el que estamos realizando la compra, pero esa felicidad se irá diluyendo en las semanas posteriores. Por lo general, a los 60 días de la compra de un bien tangible, muchos de nosotros volveremos al mismo nivel de felicidad anterior a la compra de dicho objeto.

No obstante, comprar experiencias (como por ejemplo, irse de vacaciones, salir a cenar o ir a ver un espectáculo) es algo completamente diferente. Cuando compramos una experiencia, ya sea grande o pequeña, nuestro cuerpo se inunda de hormonas que inducen a la felicidad todo el tiempo que dura la experiencia. Nuestro nivel de felicidad aumenta cuando estamos planificando la experiencia, cuando la esperamos con ansias, cuando estamos viviendo la experiencia en si y cuando la recordamos con cariño (incluso muchos años después en algunas situaciones).

Por ejemplo, si hojeas mi agenda, podrás ver que siempre tengo la misma reunión cada viernes de 6 a 9:30 de la noche. Esta cita se llama “noche de Paula y papá”. Cuando no estoy de viaje, cada viernes por la tarde paso a buscar a mi hija de 10 años por el colegio y la llevo a cenar y a ver una película. Si por alguna cuestión de extrema importancia no puedo hacerlo un viernes, los reprogramamos para el día siguiente o el posterior a éste (mi hija es una negociadora muy astuta :-).

Durante mi semana laboral, cada vez que me cruzo con esta reunión tan importante recibo una descarga de dopamina y serotonina (las hormonas de la felicidad). Esta lluvia hormonal automáticamente aumentará mi sensación de bienestar, me hará más resiliente para sortear los posibles retos de la semana y me hará más saludable (la dopamina y la serotonina sirve de inmunorreguladores que calibran el sistema inmune).

Una buena estrategia es incluir en tu agenda numerosas y diversas experiencias agradables a lo largo de la semana para aumentar tus niveles de felicidad.

 

Recomendaciones

 

No todas las experiencias exigen un desembolso de dinero. No obstante, si dispones de algo de dinero que desees invertir sabiamente, puedes poner en práctica las siguientes recomendaciones que seguramente elevarán tus niveles de felicidad:

1- Invierte tu dinero en experiencias, no en cosas materiales. Recuerda que es muy difícil aburrirse de experiencias preciadas, a diferencia de lo que sucede con los objetos materiales.

2- Invierte el dinero en otra persona. Los investigadores de Harvard han concluido que gastar el dinero en uno mismo brinda una inyección de bienestar que es efímera. Por el contrario, invertirlo en otra persona nos brinda un bienestar que es perdurable. Ten en cuenta que la cantidad de dinero que gastes no es tan importante.

3- Dona tu dinero en persona. En lugar de enviar un cheque o hacer una transferencia bancaria en linea a la institución benéfica de tu elección, prueba entregar el cheque en persona y pasar tiempo con las personas que se beneficiarán con tu donación. Si vas por la calle y te cruzas con una persona necesitada, dale algo a esa persona (dinero, alimento o palabras de aliento), míralo a los ojos y luego evalúa cómo te hizo sentir.

4- No gastes más de lo que tienes. Repetiré una y mil veces : No es importante la cantidad de dinero que gastes. Lo que cuenta es la acción en sí misma que realices.